10 años habían pasado desde la destrucción de la antigua capital del reino de Vernalia, Jornya.
Wern, Emperador supremo del Continente Oscuro, había cruzado el mar que separaba los dos reinos para desatar una guerra inesperada, buscando obtener el control absoluto de los continentes, instalando un inmenso ejército en las ruinas de la cuidad cuya prosperidad había brillado con luz propia durante 200 años, desde el comienzo de la Era Próspera, y extendiéndose hacia el interior como una plaga de muerte y destrucción.
Los pueblos de Vernalia caían en medio del dolor causado por la muerte de su rey y la miseria que les deparaba el futuro. El ejército del difunto Rey Haugst, comandado por los Caballeros del Alba, se esparcieron por los pueblos y ciudades de Vernalia tras la caída de la capital, formando una última resistencia que aguantaría 10 años. La desolación cubría la tierra como un manto de muerte, y sus semillas tan sólo daban fruto a la desesperación de un pueblo sin esperanza.
Pero algo estaba a punto de suceder, algo que cambiaría por completo los planes del Emperador Wern y despertaría un poder que determinaría la destrucción o la salvación de los continentes.
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